Qué nos estamos perdiendo al no paternar

Encuentro más fructífero hablar de las diferentes formas en cómo vivimos los hombres la paternidad e ir explorando las condiciones individuales, materiales, culturales y sociales que podrían contribuir al ejercicio de una paternidad más nutritiva y afectuosa, que pueda incidir positivamente en el desarrollo de los hijos y de los propios padres, a la cual llamaré paternar.

En principio, un connotado investigador de El Colegio de México, Juan Guillermo Figueroa, señala que uno de cada tres hombres no sabe en cuántos embarazos se ha visto involucrado y por tanto muchísimos hombres no saben en qué han terminado los embarazos en los cuales han participado.

Si uno de cada tres hombres no sabe o no estaría seguro del número exacto de mujeres que ha embarazado, por principio el 33 por ciento de los varones no hemos tenido las suficientes precauciones para saber fehacientemente, si por ahí existe o no, un hijo nuestro, por tanto seguramente hay muchos hombres que son padres y ni siquiera están enterados de ello.

Esto no puede seguir siendo ni un dato curioso, ni un chiste, hay que empezar a discutir lo que ello significa. Sin duda a más de uno, esta realidad nos debe poner a pensar, para no trivializar el relegar la parte de la responsabilidad masculina en el ejercicio de nuestra sexualidad y nuestra paternidad.

Ello nos sugiere pensar la paternidad incluso desde las relaciones sexuales no deseadas, o sin las precauciones debidas, y entonces saber asumir el riesgo de provocar un embarazo y lo que resulte de él.

Hay hombres que viven como los «atrapados», los «engañados» o los «usados» son aquellos que les llegó de improviso la paternidad, sea por que no usaron o les fallaron los métodos anticonceptivos y omitieron el condón; la pareja decidió embarazarse y ellos no estuvieron de acuerdo; no fueron enterados, o bien fue un descuido mutuo no resuelto. A este sector de varones, les cuesta asumirse como papás después de saberse padres biológicos, y adjudicarse, en consecuencia su paternaje, habrá en que empezar a nombrar lo que viven, hacen o dejan de hacer estos padres.

Por lo general los hombres restantes que sabemos que embarazamos y vivimos con la pareja, asumimos la paternidad —si es que lo hacemos— cuando menos nueve meses después que las mujeres, es hasta que nos damos cuenta que está presente un individuo siempre ahí y no se va a casa, que entonces nos posesionamos como padres.

Los que lo viven con cierto pesar o se hacen cargo de la paternidad desde el conflicto, hablan más de los gastos, las prisas y las molestias, y menos de sus emociones por la llegada de un hijo o hija, los más renuentes rechazan y se molestan porque nació y no lo tenían previsto, y aún muchos se siguen molestando porque fue niña y hasta culpan a la esposa por ello, para otros más la llegada del primer hijo acentúa más los conflictos e incluso la violencia hacia la compañera.

Para cualquier varón, que no descubra que puede existir un gran disfrute y muchas oportunidades de crecimiento personal en el ejercicio de la paternidad, esa vivencia obviamente será más caótica.

Sin desconocer las muchas molestias, preocupaciones y dificultades que acarrea la llegada de un hijo, esa tremenda experiencia la podemos convertir en una gran oportunidad si logramos descubrir que un hijo o hija nos permite de muchas formas humanizarnos y contactarnos más a nosotros mismos.

Un bebé por ejemplo nos posibilita redescubrir y ejercer nuestra ternura, apapachar, cuidar, querer a otro ser. Conocer la maravilla de ver nacer un hijo es una experiencia inolvidable y agregaría definitiva para que los padres estrechemos aún más el vínculo con nuestros descendientes, no hay palabras para describir la emoción de verlos nacer. Cargar, bañar, dormir, cuidar, alimentar a un bebé o un niño o niña, permite explayar muchos de nuestros sentimientos que bajo ninguna otra circunstancia lo podríamos hacer.

Difícilmente podrá haber alguna satisfacción y emoción igual a la de encariñarse, amar y participar en la crianza y cuidado de nuestros hijos si fueran profundamente deseados, y no hay alegría mayor que la de verlos felices.

Las niñas y los niños pequeños dan a los padres tremendas satisfacciones y oportunidades, en principio medir nuestra capacidad de tolerancia y descubrir nuestros límites de paciencia ante prolongados llantos y desobediencias, al saber la posibilidad de superar el asco al cambiar un pañal, priorizar al hijo ante nuestro auto, grupo de amigos, trabajo o fútbol, o afirmar nuestro temple ante alguna enfermedad de ellos.

Las preguntas de los niños nos permiten replantear todos nuestros supuestos. «Papá, ¿por qué no se cae la luna?» «Papá, ¿por qué ese señor maltrató al perrito?», ¿por qué...? ¿por qué...? nadie más que ellos nos dan la ventaja de repensar y redescubrir todo nuestro entorno.

Quien tiene la paciencia de escuchar a un individuo de unos cuantos años, puede darse el permiso de replantear esquemas, reelaborar creencias, siempre y cuando tenga la emotividad suficiente de admirarse de aquello que vemos como común.

El proceso de la crianza da la ocasión de volver a vivir aquello que pensábamos olvidado y admirarse de cosas que ya eran obvias, lo que no tendríamos si no conviviésemos con ellos.

Si tenemos sensibilidad podemos disfrutar el poner en tela de juicio cualquier creencia o supuesto, darnos chance de jugar, ser caballos, monstruos, niños, power ranger o lo que queremos nosotros o ellos, en fin, recuperar nuestra parte infantil. A veces sucede que estamos más emocionados los adultos los seis de enero que los niños. ¿Por qué no volver a ser niños con ellos?

El ejercer como padres afectuosos nos permite descubrir y saber de otras emociones, necesidades y formas de ser, al no hacerlo, nos negamos a nosotros mismos el poder jugar, el darnos chance de reír... de querer y que nos quieran.

Lo que muchos padres no descubrimos es que el mejor amigo de nuestros hijos e hijas somos nosotros a la edad que ellos tengan, para ponernos en su papel hay que ponernos los pantalones cortos, no soltar por nada del mundo nuestro juguete favorito y emocionarnos con una fantasía, entonces nos acercaremos a lo que ellos están sintiendo.

Cuando los hijos son grandes nos arrepentimos de no haber dejado más el trabajo o la oficina. Muchos reclaman el derecho y el disfrute de estar con el hijo, aunque también es muy frecuente que los queramos para molestar a la pareja o justificarnos ante los demás como padres responsables.

Quienes no tienen problema y se esmeran por tratar de cumplir un nuevo rol afectivo y asimilan saludablemente el derecho a estar con sus hijos, disfrutarlos y permanecer más tiempo con ellos, pueden encontrar más sentido a su vida.

Hoy día las cosas son más difíciles, la situación económica aleja más a los padres de casa, ambos trabajan y hay que buscar varias chambas para poder sobrevivir a medias, por tanto los padres están más ausentes, la familia es más pequeña y hay menos hermanos con los que jugar. Cierto el paternar no es tarea fácil con tanta presión económica y falta de práctica para expresar nuestra ternura.

En este sentido vale la pena recordar que si modificamos nuestras actitudes, modificamos factores sociales y hasta biológicos que nunca sospechamos, por ejemplo si somos más cuidadosos con la salud de los hijos, ellos enfermarán menos, en el lado opuesto la
negligencia y los maltratos son frecuentes causas incluso de muerte de los niños.

Cuando los niños son adolescentes nos permiten, si somos abiertos, darnos la excelente oportunidad de ser autocríticos, cosa muy extraña e impensable para muchos hombres; nuestros hijos, —si los escuchamos—, son capaces de hacernos ver errores que nunca habíamos descubierto sin una buena relación con ellos. También nos obligan a proceder con base en razones y a poner los límites, para que después ellos agradezcan los buenos juicios hacia ellos.

Muchos abuelos reconocen como grave no haber sido afectuosos con los hijos y proponen a sus hijos mayores que lo sean, o lo son con los nietos y nietas.

No todo es miel y rosas, en el rol de padres los hombres morimos, con la crisis muchos o se suicidan o cometen delitos por no faltar a su rol de padres proveedores, en estos tiempos muchos han muerto por no dejar una deuda hipotecaria, diríamos que se murieron por querer cumplir el único rol de padres que conocen, el de proveedor. En cambio, si sabemos que somos capaces de dar afecto, seguridad y apoyo a nuestros hijos, nuestro malestar será significativamente menor.

Los lados positivos de la paternidad es lo que comúnmente nos estamos perdiendo al no disfrutar a nuestros hijos. ¿Por qué no repensar el rol de padres y construir lecturas positivas, afectuosas, tolerantes e incluso responsables y satisfactorias para con nosotros mismos? la paternidad pensada y asumida como paternaje nos hace vivir más nutritivamente hacia nosotros y los que nos rodean, en vez de solo pensar en ser proveedores y los responsables del regaño, cosa que a muchos nos disgusta.

Paternar implica decisiones, hábitos y costumbres que se dan dentro de una sociedad, que si bien está llena de conceptos y prácticas cambiantes, la autoridad masculina sigue predominando en las relaciones con los hijos, por lo que la paternidad tradicional ha estado generalmente vinculada con el autoritarismo y la insensibilidad, confundiendo ser padre con querer tener siempre la razón y dominar a los demás sin importar a qué costo.

Resulta pues pertinente reflexionar y actuar más. Por lo pronto una conclusión preliminar, es señalar que es importante promover relaciones más creativas, respetuosas y nutritivas entre padres e hijos, preferir el diálogo y la tolerancia, al castigo y al grito, y aumentar la calidad del poco o mucho tiempo que como padres ocupemos para con nuestros hijos e hijas.

Los y las jóvenes podemos ir cambiando algunas costumbres y valores que aprendemos en el medio que nos rodea y que nos han hecho creer que el papel de las mujeres es sólo el tener hijos. Día a día vemos que un mayor número de mujeres realizan diversas actividades como trabajar, estudiar, aprender un oficio, practicar algún deporte, etcétera y no sólo las tareas del hogar y el cuidado de los hijos.

¿A quién crees que le corresponde tomar la decisión de tener un hijo? En este artículo se habla del derecho de las mujeres y los hombres a decidir de manera responsable, si quieren o no tener un hijo o hija y cuándo.

¡Recuerda que la decisión es tuya!


Cervantes Islas Francisco, «Qué nos estamos perdiendo al no paternar», en la Revista FEM, México, 1996, junio.

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